Tan lejos… ¡pero tan cerca!
El transporte y comunicación en el proceso de industrialización fueron fundamentales desde la primera mitad del siglo XIX. La aplicación de la máquina de vapor a nuevos descubrimientos hizo posible el inicio de la era de las máquinas a vapor móviles. Robert Fulton en 1807 construyó el barco a vapor. Su buque Clermont efectuó una travesía de 400 kilómetros por el río Hudson, de Nueva York a Albany. Sin ser el inventor de la navegación a vapor, Fulton le dio el impulso definitivo al hacerla funcional y económicamente viable. Por otra parte, se desarrolló en Inglaterra la primera línea de ferrocarril del mundo diseñada por Stephenson en 1814. Fue la Locomotion, en 1825, construida por él mismo, siguiendo la línea de Stockton a Darlington, la que realizó el viaje inaugural tirando de un tren cargado con hierro y carbón a la velocidad de 24 kilómetros por hora. Pero no fue hasta 1830, con la Rocket, cuando se realizó el primer viaje de pasajeros, desde Manchester a Liverpool, superando los 50 kilómetros por hora. Se iniciaba así la era del ferrocarril.
Todo ello, se vio favorecido por descubrimientos en el campo de la electricidad, como la ley de la corriente eléctrica descubierta por Ohm en 1827 y el electromagnetismo de Faraday en 1831. Tampoco podemos olvidarnos del telégrafo de Morse en 1836, que ayudó a que las distancias entre personas, países, entre los mercados se redujeran. La calidad de vida de la población mejoró indudablemente. Todo estaba más cerca por lo que resultaba más cómodo y fácil. El deseado bienestar de la población comenzaba a aparecer…
Ritmo frenético desde mediados del XIX
Todo parecía indicar que la explosión tecnológica aplicada a las comunicaciones encontraría un ritmo superior en la segunda mitad del siglo XIX.
En 1869, se abrió el Canal de Suez que acercó Europa al Lejano Oriente y en 1914 se construyó el Canal de Panamá, que une el Atlántico con el Pacífico. La energía eléctrica aplicada a los motores, desde el desarrollo de la dínamo, dio un nuevo impulso a la industria. Se crearon los motores de combustión interna y el motor de gasolina para automóviles con Daimler y Benz en 1885. El motor diésel, de Diesel en 1897 y los dirigibles de aire revolucionaban los límites de la imaginación creativa. La aplicación de la electricidad para el alumbrado público de calles y en las casas fue un hito sorprendente y totalmente innovador, principalmente debido al descubrimiento de la lámpara incandescente por Edison en 1879. El teléfono le dio una nueva dimensión a la comunicación, inventado por Bell en 1876, la radio de Sklodowska y la red inalámbrica de Marconi en 1895. Gracias también a la electricidad, los hermanos Lumière pudieron patentar el cinematógrafo para proyectar una película de cine en 1894.
La energía hidroeléctrica tiene su auge en este momento. Se suele considerar que la primera central hidroeléctrica fue la construida en Northumberland (Reino Unido), en 1880. Un año después se abrió la central de las cataratas del Niágara, con la que se pudo alimentar el alumbrado público, y a finales de la década ya existían más de 200 centrales tan solo en Estados Unidos y Canadá. Esta fuente de energía tuvo un rápido crecimiento debido al desarrollo técnico experimentado a finales del siglo XIX y principios del XX, especialmente en lo que se refiere a la invención del generador eléctrico y al perfeccionamiento de las turbinas hidráulicas.
El ferrocarril se desarrolló mucho más en la segunda mitad del siglo XIX. Permitió que se estableciera contacto entre las zonas rurales interiores o regiones que quedaban más apartadas. Los ferrocarriles que unieron Moscú con Vladivostock en el imperio ruso y el transoceánico que unió Nueva York con San Francisco, dieron vida a inmensos y productivos territorios continentales. Sin dejarnos el famoso Orient Express, que unía dos ciudades en continentes diferentes: París y la actual Estambul. No podemos olvidarnos del avión, ya en el siglo XX. La idea surgió a los hermanos Wright en 1899 y en 1903 volaron por primera vez. Construyeron el planeador con un motor de petróleo de 12 caballos de fuerza. Tenía dos alas principales posicionadas una sobre otra que ayudaban a proveer empuje al planeador.
Se entraba así en el siglo XX con la visión del universo completamente transformado por las posibilidades que se presentaron. Todo ello suscitó una serie de repercusiones tecnológicas, científicas y sociales en esa conocida Belle Époque. ¿Fueron siempre consecuencias tan agradables y satisfactorias? ¿Sólo se obtuvieron buenos resultados? ¿O por el contrario, hubo aspectos negativos y sufrimiento durante la Revolución Industrial? Veamos las luces y sombras en el tercer artículo.